Paneles móviles, trompe-l’œils y otros mecanismos teatrales que esconden secretos o nos ocultan sorpresas y hacen que la arquitectura sea más misteriosa o más divertida.
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Mies van der Rohe fue el arquitecto que en su momento más cerca llegó al concepto de idea pura de arquitectura en sus obras. Esto fue gracias a que tuvo clientes ricos. La Villa Tugendhat, que construyó en 1929 en Brno, Checoslovaquia, costó el equivalente a 150 casas unifamiliares y 10 veces más que la obra maestra de Le Corbusier, La Ville Savoye, que se construía ese mismo año. Sólo el muro de piedra traslúcida que separaba visualmente el salón de la oficina, hecho con un ónice color miel con vetas blancas que procedía de una cantera del Atlas marroquí, le costó al cliente lo que se pagaba en la época por una vivienda entera.
Sin ninguna duda, mi elemento favorito de la Villa Tugendhat es el panel de vidrio de 5 metros que se oculta, presionando un botón, en una ranura del suelo y deja el salón completamente abierto al jardín. Este invento siempre me ha fascinado.
Esto fue por lo menos una década antes de las primeras “power windows” eléctricas en vehículos. El primer modelo de coche que llevó ventanas automáticas (que usaban un mecanismo hidro-eléctrico) fue un Packard 180. A este modelo, de 1940, se le denominaba “limusina sedan” porque tenía una mampara separadora entre la parte delantera y la trasera del habitáculo con un vidrio que podía bajarse y quedar perfectamente disimulado, lo que permitía al dueño usarlo también como si fuera un sedán, sin chófer. Este modelo también venía con aire acondicionado.
En el Monasterio del Escorial, obra que destacó por su modernidad y por el mecenazgo real, que atrajo a los mejores talentos de toda Europa, existe una gran pintura de Claudio Coello, llamada La Adoración de la Sagrada Forma. Fue su primer gran encargo como nuevo pintor del rey. Es un cuadro enorme, de 3x5m, pintado entre 1685 y 1690, que muestra una escena colectiva solemne, que incluye a Carlos II postrado delante de la reliquia (una oblea sagrada) y a muchos miembros de su corte. El cuadro es interesante no sólo porque queda integrado dentro de la arquitectura de la sacristía -encajado detrás de un elaborado retablo de mármol- sino porque además representa a la propia sacristía, una larga estancia con cuadros a ambos lados, frescos de maestros genoveses en el techo y ventanas altas a un lado; casi como si fuera una continuación de la misma. Aunque no llega a ser realmente un trompe-l’œil, sí es una pintura arquitectónicamente hiperrealista, pero a la cual se añaden unas figuras aladas, revoloteando como palomas, cerca de la bóveda. Imagino que ver todo esto desde el punto de vista adecuado y la luz adecuada tenía que haber sido toda una experiencia.
Pero hay más, resulta que este cuadro cumple otra función. Es realmente una especie de cortina teatral que oculta la verdadera reliquia, que se aloja detrás, en una recámara. Sólo dos días al año, el 29 de septiembre (San Miguel) y el 28 de Octubre (San Simón) el cuadro, mediante un sistema de poleas, desciende y se oculta en una ranura en el suelo (como la ventana de la Villa Tugendhat), dejando ver la verdadera reliquia. Pasamos, casi cinematográficamente, de un plano general a un plano subjetivo. Lo que antes veíamos desde el punto de vista de espectador -el rey delante de la reliquia- ahora lo vemos desde la perspectiva del rey, la reliquia la tenemos delante. Esta intencionalidad -el cuadro como “cortina”- se refleja en la propia pintura, en la que una enorme cortina teatral roja se abre, revelando la escena de la Adoración.
Hay otro caso interesante que conozco y que también tiene que ver con paneles móviles que ocultan pinturas. Existe al menos un relato, del siglo XIX, que explica cómo estaban expuestas las dos “majas” que pintó Francisco de Goya. Hoy, las dos obras se exponen en el Museo del Prado una al lado de la otra. Según este relato, sin embargo, el noble Manuel Godoy, que fué quien encargó ambas pinturas, las guardaba en una habitación de su palacio reservada exclusivamente para desnudos. Qué pillín, el Godoy. La Maja Vestida aparentemente colgaba delante de la Maja Desnuda, escondiéndola, y se le podía descubrir en cualquier momento tirando de una cuerda.
Hace unos años estuve durante meses ayudando a un amigo con la preparación de una tesis doctoral sobre escenografía. A pesar de que era un trabajo un poco pesado, fue fascinante y me permitió descubrir algunos fantásticos ingenios que se utilizaban antiguamente en el teatro. El Deus Ex Machina era un mecanismo que en la Antigua Grecia permitía introducir en escena algún elemento inesperado en la obra, especialmente cuando las cosas se complicaban demasiado en la trama. Para resolver situaciones extremas, los griegos hacían aparecer un héroe, un eclipse o un dios en escena, que inmediamente imponía orden. Este nuevo personaje aparecía o bien por una trampilla en el suelo o bien descendía del “cielo”, colgado de una especie de grúa.
Los griegos también utilizaban en escena unos elementos verticales llamados periaktoi, que eran totems de planta triangular, con ruedas para poder moverlos por el escenario y que además giraban sobre sí mismos. Esto permitía, de manera casi instantánea, cambiar partes de la escena. En el Renacimiento, los italianos perfeccionaron el arte de este tipo de mecanismos. Había uno que permitía bajar, con un entramado de cuerdas, a un coro entero de ángeles en nubes de algodón.
Adoración a la Sagrada Forma, Claudio Coello. Sacristía, Monasterio de El Escorial. A la izquierda la sala, con la pintura en la pared del fondo. A la derecha, detalle de la misma pintura, representando esa misma sala, pero esta vez habitada por la corte y con angelitos flotando bajo la bóveda.
Secuencia de tres fotos mostrando la revelación de la “Forma”. Según la leyenda, esta reliquia -una ostia sagrada- procedía de la abadía de Gorcum en Holanda, donde en 1572 un grupo de protestantes irrumpió en el templo y destruyó todas las obleas sagradas. Una de las formas comenzó a levitar y a sangrar milagrosamente cuando uno de los protestantes trató de pisarla. Para revelar la escena, la pintura desciende, con un sistema de poleas y se introduce más de cuatro metros en el suelo.
Dibujo que muestra cómo sería una grúa en un teatro griego.
Interesante adaptación moderna del periaktos
En la película “Vatel” (ariba y abajo) se ve como estos mecanismos funcionaban, con cuerdas, poleas y la fuerza de caballos.
Es una pena que todos estos juegos de perspectiva, trompe-l’œil, trampillas, mecanismos, pasadizos y escaleras secretas y paneles móviles se utilicen tan poco hoy en día. Es un lado divertido de la arquitectura. La normativa, el coste y las convenciones de hoy ya no lo permiten. Algunos de estos ingeniosos artilugios teatrales se siguen utilizando hoy en día, sin embargo, porque cumplen funciones prácticas.
En Buckingham Palace -y este es mi último ejemplo- la Reina de Inglaterra tiene un acceso secreto a la White Drawing Room, un salón utilizado para audiencias y encuentros íntimos con líderes mundiales. La reina accede a la sala desde su apartamento privado, justo antes de que lleguen sus invitados, por una puerta disimulada detrás de una cómoda y un enorme espejo. La sala se utiliza, entre otras cosas, para la presentación de credenciales de embajadores. Este ingenioso mecanismo evita que la reina tenga que pasearse por medio palacio cada vez que tiene un acto oficial en este salón.
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